Como todos los años, los cantos de aviones, vencejos y golondrinas nos marcan el inicio de la primavera. Fieles a la cita, estas aves insectívoras vuelven desde África viajando miles de kilómetros. Inevitablemente, nos vienen a la memoria esas tardes de verano jugando en las calles del pueblo mientras los escuchábamos cantar y observábamos sus acrobacias en el cielo. Estas aves siempre han estado presentes en nuestros recuerdos de verano, yendo a las casas de huerta, a las paredes de los edificios más emblemáticos y a las casas cercanas a las plazas y parques para hacer sus nidos.Estos últimos años, las poblaciones de estas aves no lo han tenido nada fácil. A pesar de superar todos los obstáculos de la migración, cuando llegan aquí se encuentran frecuentemente sus nidos tapados o deshechos y un incordio obsesivo para conseguir que no nidifiquen en nuestros balcones y fachadas, alegando que queremos «ciudades limpias». Nada más lejos de la realidad, estas aves son excelentes reguladoras de las poblaciones de insectos aéreos.
Mientras nos preocupamos por la suciedad que pueden causar a nuestros hogares, nos olvidamos de la simplicidad de la solución: mesas de PVC a una distancia prudencial del nido o trozos de cartón fijados en el suelo para evitar que los excrementos de aviones y golondrinas nos afectan. A pesar de que son aves protegidas y que echar o tapar sus nidos es ilegal y está sancionado económicamente, continuamos intentando echarlas de sus hogares.
El caso de los vencejos es, si cabe, más absurdo. Es necesario explicar que son animales filopátricas; tienen fidelidad a su lugar de nidificación. Hacen sus nidos en pequeños agujeros y grietas, propias de fachadas antiguas. Curiosamente, los vencejos adultos eliminan los excrementos de los polluelos transportándolos con el pico a áreas fuera del alcance de la colonia, por lo tanto, no manchan las fachadas. Tienen cada vez más difícil encontrar lugares adecuados para anidar debido a las rehabilitaciones y cambios en la manera de construir. Además, los vencejos establecen una relación de colonia con todos sus «vecinos» de fachada, que sirve para marcar el territorio, protegerse de depredadores y mantener la cohesión de sus miembros. Cuando se tapan sus nidos, además de someter los vencejos a la búsqueda casi imposible de un nuevo refugio, rompemos el vínculo colonial.
No todo son noticias malas. Muchos ayuntamientos que han valorado su función ecológica están cambiando las tornas. Buenos ejemplos son ayuntamientos como el de Burjassot y el de Almassora que, además de ofrecer formación, han distribuido entre los vecinos cajas nido para golondrinas y aviones y han instalado cajas nido en los edificios públicos y parques. También ayuntamientos como el de Benicarló han trabajado reconstruyendo nidos de vencejo destruidos.
Pero, todavía podemos dar un paso más allá, incluyendo estas maravillosas aves dentro del patrimonio histórico y cultural de cada pueblo y ciudad. Para asegurarnos que, cuando salgamos a pasear o a jugar con nuestros hijos en las tardes primaverales, nos seguirán acompañando sus cantos y acrobacias. Porque si desaparecen de la iglesia del pueblo y de los edificios históricos, parecerá que estamos mirándolos con unos tapones a las orejas y la experiencia no será plena.
Estudiante del Grado de Ciencias Ambientales en el Campus de Gandia de la UPV