Las mujeres se han visto relegadas en diferentes ámbitos, en la actualidad este hecho sigue existiendo. Por eso decidí investigar sobre su rol.
Amante de los medios de comunicación, empecé en 2014 el grado en Comunicación Audiovisual en el Campus de Gandia, tal fue su acogida que decidí seguir estudiando el Master CALSI. Con el Máster realicé un análisis sobre la estrategia de Social Media de Ana Carrasco, campeona de SuperSport 300 en 2018, en la actualidad es una de las mayores exponentes del motociclismo español, ella ha conseguido labrarse un hueco en un deporte prácticamente masculino.
Ahora me enfrento al gran reto del Doctorado, comienzo una nueva aventura junto a mis directores Ariadna Fernández y Diego Álvarez. He decidido investigar sobre el neomachismo en las redes sociales, como Twitter, a través del deporte femenino.
Y diréis ¿qué es eso del neomachismo? Popularmente y como formularía Amparo Rubiales, política española, consiste en “una nueva ideología que se va extendiendo por tener miedo a la igualdad equiparando machismo con feminismo. Nueva manera de sostener las posiciones machistas de siempre, pero con nuevos discursos y nuevos contenidos.” Es decir, el machismo se viste de nuevas formas, menos evidentes, más sutiles, pero su objetivo sigue siendo el mismo, mantener los privilegios propios del patriarcado.
Si centramos el foco en las redes sociales, se observa como en los últimos años se han convertido en un espacio fácil para opinar o exponer un pensamiento. En España, el uso de las redes sociales ronda el 87% en 2020 según datos del informe de IAB Spain (asociación que representa al sector de la publicidad en los medios digitales en España). En este contexto conectado, algunas personas utilizan este ciberespacio para enviar mensajes ofensivos, amenazar e insultar. Por ello, son muchos los delitos que aparecen en las redes sociales, desde amenazas, coacciones, acoso, discriminación hasta delitos violentos. Tal y como recoge el periódico Público en 2020, las infracciones alcanzadas entre 2018 y 2019 superan los 900 casos.
El Estudio Troll Patrol de Amnistía Internacional en 2018 afirma que una mujer recibe un tuit abusivo cada 30 segundos, de los 14,5 millones de tuits que mencionan a mujeres, 1,1 millones eran abusivos. Por lo tanto, seis de cada diez mujeres entre 15 y 22 años han sufrido acoso a través de las redes sociales, lo que ha generado que más de un 20% abandonen las plataformas virtuales (The State of the World’s girls, 2020).
El informe Ditch the Label (2017) indica que Twitter es uno de los espacios virtuales donde existen más cantidades de ciberacoso. La red social de microblogging, es una de las plataformas donde se manifiesta grandes cantidades de odio y violencia. Twitter es considerada la tercera red social con riesgo de padecer violencia, detrás de Facebook y Ask.fm.
En el ámbito deportivo sucede lo mismo, La Cadena Ser lanzó una campaña en 2017 con el hashtag #SinRespetoNoHayJuego para concienciar en la lucha contra los insultos en las redes sociales, ya que se estima que una de cada tres personas que comentan partidos de fútbol acaban insultando.
Aquí llegamos al fondo de mi investigación, la mujer siempre ha estado infravalorada en el deporte, independientemente del aspecto físico; todas ellas suelen tener menor representación en los medios, menor patrocinio… hechos que contrastan con el deporte masculino. Pero, no es una tendencia actual, sino que viene de lejos, las mujeres han tenido que luchar por hacerse un hueco en el panorama deportivo, una práctica entendida como algo exclusivo de los hombres, situando, por aquel entonces, a las mujeres en una condición de exclusión o de absoluta inferioridad.
Son muchos los estereotipos que influencian a la sociedad, reflejan los roles que tienen asignados hombres y mujeres y esto se extrapola a las redes sociales, denigrando a la mujer deportista, incomodándola e incluso infravalorándola.
Los haters, son haters, pero realmente el peso que tienen frente a la comunidad de una mujer deportista son algo minúsculo, insignificante, pero por ello habrá que defender siempre el respeto y la integridad de una persona, ante todo.
Doctoranda de la Universitat Politècnica de València